Con casi el doble de altura que un hombre, estas monstruosidades pesadas se parecen muy poco a los hombres que fueron. Los Inquisidores, ahora poco más que recipientes vacíos que los Scholae pueden liberar a voluntad, son la mano derecha roja de esta oscura consulta. Convertidos en una amalgama retorcida de carne y acero, su único propósito es encarnar la ira y la voluntad de ese oscuro consultor en el campo de batalla y más allá. Sus extremidades, impulsadas por pistones, atraviesan la carne y el acero con una facilidad alarmante, impulsadas por los restos de flogisto que corren por sus venas, incluso mientras queman sus atrofiadas vidas.