Spires

Esparcidos por la tierra como por la mano de un dios loco, los Spires dominan el paisaje sobre el que se asientan. Elevándose a miles de metros de altura, son la fuente de innumerables suposiciones, cuentos y mitos. Los eruditos saben que los Spires albergan poblaciones enteras, los últimos vestigios de una civilización que antaño se atrevió a surcar las estrellas.

Los Exiliados llegaron a Eä hace incontables milenios como exploradores. Su destreza y habilidad les permitieron atravesar las enormes distancias entre soles y su vibrante civilización buscó nuevos mundos que colonizar. Los primeros Spires germinaron para albergar una pequeña comunidad de científicos, exploradores y topógrafos, que pasaron siglos aislados, estudiando el planeta y preparando el camino para una oleada de colonos, que domarían la tierra primordial que habían descubierto.

Nunca llegaron. En su lugar, comenzó a llegar una creciente corriente de refugiados que huían de una calamidad de la que el Spires no hablará hasta el día de hoy.

Los últimos entre los refugiados fueron los nobles de la Casa Soberana, que sellaron los Caminos tras de sí. Este acto despiadado, calculado para eliminar a toda la nobleza excepto a su Casa y sus Linajes, condenó a la muerte a incontables millones a los que abandonaron. La magnitud de esta traición destrozó la sociedad del Exilio hasta sus cimientos. Mientras la oposición política hacía estragos y castas enteras se volvían contra sus líderes, tres facciones nacieron de las cenizas de aquella otrora gran civilización: los Spires, los Tejedores y los Silenciosos. Sólo entre los Spires se mantienen vivas las llamas de la antigua civilización, e incluso eso, sólo mediante grandes sacrificios.

Tras la pérdida de su población, la Casa Soberana se vio obligada a recurrir a las artes más oscuras para recrear una pálida sombra de la sociedad que habían destrozado. Sin las restricciones de la supervisión religiosa ni el control ético de su propia población, los científicos aunaron sus recursos y su genio en una única Dirección, y convirtieron el don sagrado de la Vinculación a la Vida en el arte sin alma de la Biomancia. Los verdaderos clones fueron sólo el primero de los oscuros milagros que produjeron para reemplazar a la destrozada población del Spires y restablecer su economía.

En cuestión de décadas, la sociedad de la Espira se reconstruyó desde los cimientos, pero a medida que la población de clones crecía y la economía pasaba a depender de los productos de las cubas de crecimiento y las piscinas de desove, la Casa Soberana empezó a temer la creciente influencia de un Directorio cada vez más asertivo. Se desplegaron tropas clonadas, preparadas a partir de la propia carne de la nobleza y criadas específicamente para la lealtad, para poner al Directorio bajo custodia y acabar con la amenaza antes de que se manifestara. Fría, calculadora y metódica, la Dirección había aprendido la lección de la traición hacía mucho tiempo, junto con los Silenciosos y los Tejedores, y había pasado casi un siglo preparando su golpe. Se rindieron pacíficamente... y vieron cómo se hundía la economía.

Sin su pericia, el equilibrio adecuado en los delicados ecosistemas internos de la Espira no podía mantenerse y se derrumbó rápidamente. Cuando la Casa Soberana se vio obligada a acercarse a ellos, el Directorio aceptó una división de poderes en la línea de los acuerdos milenarios, entre los pioneros científicos que habían pisado por primera vez este mundo y los nobles que los habían financiado: la riqueza de la tierra pertenece a los nobles, pero el control operativo recae en el Directorio. Además, la Dirección debe dedicar sus productos biománticos a la Recuperación de las tierras natales. Una vez recuperadas, la Casa Soberana cederá todas las posesiones locales y reclamaciones sobre Eä a la Dirección, en reconocimiento a su inestimable ayuda.

Como resultado, lo que normalmente habría sido una relación antagónica se ha convertido en una tensa asociación: los Linajes de la Casa Soberana tratan de influir en la Dirección con financiación para proyectos favoritos e investigación pura, a cambio de políticas y normativas que les benefician a expensas de sus iguales.

Estos delicados equilibrios se han visto alterados últimamente por el ascenso de los Príncipes Mercaderes. Miembros de las dinastías más jóvenes, estos inconformistas se han dedicado a obtener recursos comerciando directamente con el mundo exterior, eludiendo la principal herramienta de control e influencia de la Casa Soberana. En un principio, la Dirección estaba interesada en crear competencia, pero se está arrepintiendo de su decisión de respaldar a estos recién llegados, a medida que se deshacen los frágiles equilibrios de poder que unieron al Spires durante milenios. El comercio y el contacto con el exterior han introducido un elemento nuevo y volátil en las maquinaciones de los Spires, que han empezado a extenderse a las tierras que los rodean. Con la incertidumbre y la codicia reinando sin control, es sólo cuestión de tiempo que un acto errante provoque la conflagración de la guerra con las razas más jóvenes.

En tiempos de guerra, los Spires siguen siendo una de las potencias más poderosas del planeta. Aunque el territorio que controlan es muy limitado, el poder que pueden proyectar es inmenso. Sus ejércitos se nutren directamente de la biomasa acumulada y de los recursos minerales que sus redes de raíces han ido asegurando a lo largo de sus milenios de dominio. Las amargas lecciones aprendidas con la pérdida de su mundo natal les han enseñado a concentrarse en la eficiencia más que en la potencia bruta a la hora de reunir sus fuerzas. Esta filosofía de eficiencia impregna incluso su pensamiento militar. Sin preocupaciones éticas que limiten sus decisiones (sus tropas son, después de todo, meros clones), los comandantes de las Spire toman habitualmente decisiones de una crueldad pasmosa, perfectamente dispuestos a sacrificar ejércitos enteros para atrapar y destruir al oponente.