ENCUESTA

Rostros de piedra

Capítulo 6

"Jasper, espera..." gruñó Amelia, agarrando con fuerza su arco mientras atravesaba el denso follaje. "Podría haber enemigos escondidos en el bosque; ¡no podéis marchar así sin más!". Los otros exploradores, seis incluidos Amelia y Jasper, siguieron a la pareja sin perder un instante, observando sus alrededores con ojos agudos y refunfuñando entre ellos.

"¡Aquí no hay nada!", gritó Jasper, blandiendo su espada a través de una espesa maraña de ramas salientes y lianas enroscadas. "Schur nos tiene persiguiendo rumores y habladurías. Nada llegaría tan lejos en nuestro bosque sin ser visto. No hay nada que encontrar..."

"¡Te equivocas!", ladró Amelia, interrumpiendo al hombre. "Razonar así nos hace vulnerables. No podemos descartar la posibilidad de una incursión enemiga hasta que hayamos peinado toda la zona. Un error y las consecuencias pueden ser fatales...". Tras una breve pausa, la mujer continuó mirando a Jasper, que se volvió hacia ella. "Y es el comandante Schur para ti. No sea que se entere de que has empezado a referirte a él con demasiada ligereza".

Jasper resopló, se volvió hacia delante una vez más y deslizó su espada en la vaina. "¡Oh, por favor! ¿Qué hará si se entera? ¿Sentarse encima de mí? He visto cómo su armadura lucha por contener esa tripa suya...".

"Una vez le vi pelearse con un tipo más joven", dijo uno de los exploradores, un hombre mayor, con barba canosa y capucha verde oliva sobre la cabeza. "Era un oficial prometedor; no recuerdo su nombre. Hizo una broma sobre el peso del comandante. Schur le retó a un combate de práctica y le rompió tres costillas con un golpe de su maza..."

Jasper pareció ponerse rígido tras oír el breve recuerdo de su compatriota, bajó la cabeza y avanzó sin decir una palabra más. Detrás de él, Amelia no pudo evitar sonreír.

Los exploradores se adentraron en el bosque hasta llegar a una pequeña abertura. Al abrirse para dejar paso al cielo azul, el techo de hojas del bosque se desvaneció ligeramente, permitiendo que los rayos de sol llegaran a la suave hierba que había debajo. Los exploradores recorrieron el claro natural, inspeccionándolo con ojos curiosos, aunque el lugar parecía intacto. Amelia se detuvo al llegar al centro del pequeño claro, y observó un parche de hierba aplastada que rodeaba un gran tronco. Con un gemido audible, empujó el tronco hacia un lado con ambos brazos, apretando el cuerpo contra él y agitando los músculos tensos. Al darse la vuelta, el tronco reveló una visión que hizo que Amelia sintiera un escalofrío: había una mancha de hollín gris en el suelo, con la ceniza finamente pulverizada confirmando sus temores: alguien había estado aquí.

Sin perder ni un momento más, Amelia se arrodilló y se quitó un guante de cuero de la mano derecha, presionando la palma expuesta contra la mancha de tierra rayada por el fuego. Calientepensó. Esto es reciente.

"Alguien estuvo aquí. He encontrado restos de una hoguera. Mantened los ojos abiertos", gritó la mujer, poniéndose de nuevo el guante y empuñando el arco.

"¡Probablemente cazadores!" respondió Jasper desde no muy lejos. "¡Hay caza en estos bosques!"

"¡No!", ladró la mujer desdeñosamente. "La visión del fuego estaba oculta. Quienesquiera que fuesen, intentaron cubrir sus huellas". Mientras hablaba, Amelia sintió que se le erizaba el vello de la nuca, despertada por una sensación de peligro que no podía evitar.

"¡Estás paranoica, Amelia!", afirmó Jasper riendo, acercándose al borde del claro e inclinándose para inspeccionar el tronco de un gran roble cubierto de musgo. El musgo, Jasper pensó que era musgo, era espeso y esponjoso, y se derramaba desde la corteza del roble en gruesas capas oscurecidas. Con un solo dedo erguido, Jasper presionó el montículo de musgo, murmurando en voz baja mientras lo hacía. "Cosa fea, ¿no?"

En el único segundo que tuvo para darse cuenta de los dos ojos que le miraban fijamente, asomando como motas de marfil puro de la mugrienta superficie del tronco del roble, Jasper intentó apartarse. Eso no es musgoEl momento de darse cuenta se alargó lo que pareció una eternidad. ¡Eso es una BARBA! Cuando Jasper hizo ademán de levantarse, la daga camuflada del Dweghom se dirigió hacia la garganta del hombre, emergiendo de la enmarañada cubierta de musgo y hojas en descomposición que había constituido el escondite del intruso. "¡CUIDADO! ENEM...", gritó el hombre por última vez, justo antes de que la hoja del Dweghom se deslizara en su garganta con un generoso chorro de sangre.

Amelia ya estaba a cubierto cuando aparecieron los otros dos Dweghom ocultos, esquivando a duras penas un virote de ballesta que pasó zumbando junto a su cabeza. "¡Enemigos!", gritó a pleno pulmón, al ver que los otros exploradores humanos ya habían desenfundado sus armas a pesar de la inesperada emboscada. Respirando hondo, Amelia se levantó y tensó la cuerda de su arco con una flecha a mano, buscando su objetivo. Jasperpensó mientras su mente se aceleraba y el corazón le latía con fuerza en el pecho. ¡Maldito tonto!

¡Exploradores Hundred Kingdoms de la ciudad de Pravia han sido atacados por emboscadores Dweghom! ¿Quién saldrá victorioso?