Homenaje

Lejos de los numerosos caminos que entran y salen de Argem, al borde de los Campos Klaean, la estatua de un legionario marca las estribaciones de las colinas Temuli. Su armadura le identifica como miembro de la Legión Adamantina, aunque lleva dos espadas largas y carece de casco, algo inusual en los legendarios guardaespaldas imperiales. A pesar de su rostro expuesto, el monumento sigue sin nombre, con una sola pregunta inscrita en su lugar.

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Por favor, forastero, dime, ¿dónde se encuentra la sede del Imperio?

Llamada "El Legionario Perdido" por los guerreros de la Legión de Acero, la estatua ha inspirado a muchos bardos. Algunos cuentan la historia de un legionario que, obsequiado en su retiro con un costoso vino por el propio Emperador, fue envenenado en su lugar. Con la vista nublada y los pensamientos confusos, el legionario pidió desesperadamente a unos desconocidos que le ayudaran a llegar a la capital y avisar al Emperador de su posible envenenador. Otros hablan de un veterano retirado que, al enterarse del asesinato de Otón, perdió la cabeza y vagó por el campo. Afligido por el dolor hasta la locura, pasó el resto de sus días haciendo desesperadamente a los transeúntes la pregunta inscrita bajo la estatua. Otros aún, afirman que es el propio Carlos Armatellum, por tanto las dos espadas, quien nunca murió sino que viajó tan lejos como pudo, para encontrar un lugar donde le respondieran que no saben de Imperio.

Los Legionarios de Acero guardan silencio ante estas historias. Honran al Legionario Perdido cada año, el 15 deth día de Maritus, día de la disolución de las Legiones y primer día de los Juicios de Klaean. Se ofrece una única corona, así como halosis, la flor del sello del Emperador. A los cadetes se les hace ofrecer sus espadas largas, un recordatorio de que los Aceros tomaron la gran espada tradicional de la Legión Adamant para simbolizar su determinación de proteger todo lo que el Imperio representaba. Para la Legión de Acero, no hay un hombre ni una historia en torno al Legionario Perdido; sólo hay una verdad. Puede que el Trono siga Hueco y que las demás Legiones se hayan visto obligadas a disolverse, pero a día de hoy, cuando se les pregunta dónde se encuentra la sede del Imperio, los Legionarios de Acero se dirigen, al igual que el monumento, a su propio pecho.