Las abominaciones sobresalen varios hombres por encima de la cabeza del más alto de los mortales. Sus miembros cubiertos de sangre salen de su abdomen y tórax bulbosos y distendidos. Son instrumentos de puro caos en el campo de batalla, avanzando a toda velocidad y cosechando un sangriento tributo con sus apéndices en forma de guadaña, dejando tras de sí sólo ruinas sangrientas. Los supervivientes hablan de un quejido agudo, justo al borde de la audición, que impregna sus recuerdos, un sonido que se registra más profundamente que los gritos de sus camaradas caídos. Este es el único sonido que puede emitir una Abominación, el único sonido que se le permite emitir: un aullido aullante para transmitir la profundidad de su miseria y tormento.
Las abominaciones no fueron concebidas originalmente para servir como motores de guerra orgánicos. Eran una forma avanzada y cruel de castigo, ideada por capricho del Soberano. Enclavado en lo más profundo de una Abominación yace el cuerpo de un Exiliado que ha traicionado su confianza o violado la más sacrosanta de las leyes de la Espira. A pesar de los grandes esfuerzos realizados, ni siquiera los más acérrimos opositores del Soberano han sido capaces de idear un castigo más cruel y han adoptado esta cruel tortura para sus peores enemigos.
Los procedimientos cerebrales invasivos deterioran la función cognitiva de los condenados, ya que se les aplican tratamientos químicos y hormonales para hacerles perder el control de sus dones de ligar la vida y unirlos por la fuerza a un organismo inferior. Se propusieron y probaron múltiples organismos, pero al final se prefirió la humilde hormiga. Aunque se podrían hacer ejemplos más horripilantes, se descubrió que las Abominaciones unidas a otras especies eran demasiado intratables o autodestructivas. La fisiología jerárquica instintiva de la hormiga la hace de algún modo más susceptible a las órdenes feromónicas, obligando al cuerpo a responder a las órdenes y permitiendo a la psique atrapada en la amalgama infernal el control suficiente para gemir de angustia mientras ejecuta la voluntad de sus torturadores.